jueves 6 noviembre 2025 - 22:01
Historia de las Mujeres (III) | La vida de las mujeres en las civilizaciones antiguas de Irán, China, Egipto e India

Hawzah / En la antigua India, las mujeres eran consideradas impuras durante su período menstrual; se las veía como seres contaminados y cualquier contacto con ellas o con sus pertenencias se consideraba fuente de impureza. La mujer no era vista como un ser humano completo ni como un animal, sino como algo intermedio entre ambos: sin derechos, dependiente y permanentemente bajo la tutela de los hombres, sin posibilidad de independencia en ninguna etapa de su vida.

 La Agencia de Noticias Hawzah -Según el difunto Allameh Tabatabai, autor del célebre Tafsir al-Mizan, en la interpretación de los versículos 228–242 de la sura Al-Baqara, el sabio analiza el tema de “los derechos, la personalidad y la posición social de la mujer desde la perspectiva del Islam y otras naciones y religiones”, cuyos fragmentos presentamos a continuación.

El estatus de las mujeres en las civilizaciones antiguas: China, Irán, Egipto e India

Por “civilizaciones avanzadas” de aquella época, se entiende aquellas sociedades que vivían bajo costumbres nacionales heredadas, sin basarse en ningún texto escrito o legislación formal, como los pueblos de China, India, Egipto e Irán antiguos.

En todas estas naciones existía un punto en común: la mujer carecía por completo de independencia y libertad, tanto en su voluntad como en sus actos. En todos los aspectos de su vida estaba bajo la tutela del hombre y no podía realizar ninguna acción por cuenta propia ni participar en ningún asunto social —ni en el gobierno, ni en la justicia, ni en otras áreas.

A pesar de carecer de derechos, debía cumplir con numerosas obligaciones. No solo compartía las tareas que correspondían a los hombres —como la agricultura, el trabajo físico o la recolección de leña—, sino que también se encargaba del hogar y de la crianza de los hijos, además de obedecer ciegamente las órdenes del marido o del padre.

Sin embargo, las mujeres de estas civilizaciones gozaban de una vida algo más estable que las de las tribus primitivas: ya no eran asesinadas ni tratadas como propiedad sin valor. En algunos casos podían poseer bienes o heredar, aunque esa propiedad no era completamente independiente.

El hombre podía casarse con varias mujeres sin límite alguno y tenía derecho a divorciarse de cualquiera de ellas a su antojo. Tras la muerte de la esposa, podía volver a casarse inmediatamente, mientras que la mujer viuda no podía volver a casarse y solía estar restringida en su contacto social fuera del hogar.

Costumbres y normas específicas de cada civilización

Cada pueblo tenía sus propias leyes y tradiciones según su cultura y entorno. En el antiguo Irán, por ejemplo, la existencia de clases sociales permitía que algunas mujeres de la nobleza tuvieran acceso a la propiedad o incluso al poder político, llegando en algunos casos a ocupar el trono. También existían matrimonios entre parientes cercanos, como hermanos o hijos.

En China, el matrimonio era visto como una venta personal, en la que la mujer se entregaba completamente al marido, por lo que carecía de derechos similares a los de la mujer iraní. No podía heredar ni comer junto a los hombres, ni siquiera con sus propios hijos. En algunos casos, varios hombres compartían a una misma mujer, y los hijos se atribuían al hombre con quien el niño tuviera mayor parecido físico.

El lugar de la mujer en la India antigua

En la India antigua, se creía que la mujer era parte del cuerpo del hombre, por lo que no se consideraba lícito que contrajera matrimonio tras la muerte de su esposo. Se esperaba que viviera sin marido por el resto de su vida, o incluso que muriera con él.

De hecho, según las costumbres de la época, la esposa viva era quemada junto al cuerpo del esposo fallecido, y aquellas que sobrevivían debían vivir en extrema humillación. Durante la menstruación, se las consideraba impuras; era obligatorio mantenerse alejadas de ellas, y todo lo que tocaban —ropa u objetos— era visto como sucio y contaminado.

En resumen, la posición de la mujer en estas civilizaciones puede describirse así: no era plenamente humana ni simplemente un animal, sino un ser intermedio al que se utilizaba como ayuda en la vida cotidiana, similar a un niño pequeño que aún no tiene derechos propios.

La diferencia era que el niño, al llegar a la madurez, salía de la tutela de sus padres; en cambio, la mujer permanecía bajo la autoridad de otros durante toda su vida.

Fuente: Traducción del Tafsir al-Mizan, vol. 2, p. 395

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